Blogia
Y un día que navegué, lo hice.

Seguimos

¡Buenos días! Risa

Como decíamos el otro día, comenzamos una andadura llena de misterios a resolver.

El primero que se me plantea es... ¿tendré la suficiente imaginación como para rellenar páginas y páginas de relatos, anécdotas, comentarios, etc, que pudieran ser interesantes para los posibles lectores?

La respuesta es simple.

Sí.

Supone un reto adicional el estar al teclado (en este caso) y comentar sobre temas variados, con arreglo a la idea original de este blog.

El añadido singular a la propuesta inicial supone un experimento agradable y didáctico para mí puesto que, nieta de maestros, debo cuidar la forma de expresarme y el modo en hacer llegar mis historias a cuantos pudieran leerme por lo que comenzaré mi andadura matinal comentando que mis abuelos, castellanos de Valladolid, nos dejaron a su descendencia una peculiar herencia en lo tocante a la curiosidad, a la investigación y al mimo al detalle. No conocí a mi abuelo, fallecido un tiempo antes de mi nacimiento, pero por lo que me cuentan de él, era un apasionado de la lectura (¡Ahora lo entiendo, abuelo!) y un humilde señorito de la época (hablamos de otros tiempos, cuando ir con traje y corbata suponía ser un "señorito") que fue encontrado en la mesa de profesor, sentado, solemne, ante un montón de pupitres vacíos... muerto. Por su parte, mi abuela (a la que sí llegué a conocer) era una mujer estricta en las lides académicas y la dureza de la época la hacía ser igualmente rigurosa. Por lo demás, por las historias que oigo y por lo que sé, era una pareja como tantas llena de contradicciones, broncas, silencios... y mucho amor.

Tuvieron cinco hijos, cuatro chicas y un chico... aunque, según cuentan las historias familiares, una de mis tías falleció siendo una niña aún. Hoy, los hermanos supervivientes viven desperdigados por el territorio nacional y pese a lo que se inculcó en su momento, el contacto no es muy frecuente. Todos están demasiado ocupados con sus vidas como para escribir una carta o hacer una llamada. Muy triste.

En otro orden de cosas, las hijas de su primogénita hemos tomado el testigo de su esfuerzo por enseñar... aprendiendo... y aprender... enseñando... sin llegar a pensar que tenemos todo el conocimiento del mundo mundial ni toda la sabiduría del Universo. En absoluto. Sentimos ansia por saber, por explorar, por conocer... Supongo que todo esto se lo debemos a la genética en cierta medida y por ello nos gustaría rendir un pequeño y sentido homenaje a nuestros ancestros. Estoy convencida de que, si supieran que estoy al ordenador, tecleando estas líneas, se sorprenderían sobremanera dado que en sus tiempos esto era brujería. ¿Una televisión conectada a una especie de chapa con botones alfanuméricos?¿¿Estamos todos locos?? O quizá se habrían asombrado al principio, pero luego habrían sido los primeros en ponerse al día. 

Ordenador viejo

¡Esto es cosa de brujeríííííaaaa...!

 Puestas así las cosas, creo que se quedarían con la boca abierta si supieran que ese artilugio podemos llevarlo tranquilamente en el bolso o en el bolsillo de la chaqueta...

 Sí, abuelos.

 Y hay unas cositas que se enchufan al aparatejo este que las puedes llevar como un colgante o como un llavero y en el que casi puedes meter el Espasa y te sobraría sitio para algo más aún. Se llaman memoria flash o pen drive y ya no los diseños que hay... ¡¡porque me tildaríais de chiflada!!

 Así que os dejo tranquilos de momento, que una tiene que recargar la neurona después de pensar en todos los avances tecnológicos desde vuestros tiempos.

Un besote.

0 comentarios