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Y un día que navegué, lo hice.

Lo necesitaba

¡Buenos días!

Lo necesitaba. Sí.

Necesitaba exorcizar a parte de mis demonios y obligarles a ver la luz.

Les he hecho mirarse en un espejo y se han espantado ante su aspecto, de modo que hoy puedo mirar fugazmente al pasado sin rencor ni resquemor.

El camino a recorrer es largo y ya duro de por sí. No necesitamos más obstáculos en él.

¿Qué podría contar hoy para romper el tono filosófico-humorístico-gótico con el que he empezado este artículo?

Érase una vez una escritora muy novel que se enfrentó a un papel en blanco... casi... y no sabía muy bien cómo seguir su artículo.

Su cerebro daba vueltas y más vueltas y sus neuronas se zarandeaban las unas a las otras para motivarse a dar ideas originales... pero no se les ocurría nada.

En esto, una de las neuronas vio a otra ensimismada y le preguntó qué ocurría. "Se supone que gracias a nosotras la humana piensa", dijo con tristeza, "Estamos dándole vueltas y más vueltas y no se nos ocurre nada". Las demás neuronas se miraron muy sorprendidas y empezaron a hablar entre ellas mientras la pensativa neurona las devolvió una mirada grotesca.

La joven escritora puso sus dedos sobre el teclado y los fue deslizando letra a letra hasta conseguir formar frases coherentes, rellenando línea a línea el papel en blanco hasta completar los folios pedidos.

Se levanta, estira los hombros, va a la cocina, se prepara un café y lo bebe despacio, pensando en que tiene que volver a empezar de nuevo una vez se haya relajado. Tras los quehaceres diarios, regresa al ordenador y visualiza el texto escrito con un amargo suspiro... y le asalta una profunda y agradable sorpresa al empezar a leer el borrador preparado.

"¿He escrito yo eso?", preguntó en voz alta, asombrada.

Su alegría no ha hecho otra cosa que empezar porque, al entregar la obra ya terminada y revisada un millón de veces, el destinatario se sorprende igualmente.

Pasado un tiempo, el teléfono suena en el domicilio de la joven y, al otro lado, una voz masculina conocida le anuncia ¡pletórico! que "todo el mundo" está entusiasmado con su libro, que van a hacer tal o cual evento para publicarlo, que... Para entonces, la joven ya no escucha. Sólo sonríe, satisfecha por el deber cumplido... y pensando que le ha resultado mucho más fácil de lo que creía en un principio.

En su cerebro, sus neuronas se relajan un poco tras una discusión amarga y tensa.

Y, por un segundo, una pregunta flota en el ambiente.

"Bueno, chicas", dice una voz, "¿Y qué vamos a pensar hoy... para ayudarla?"

Y yo, a lo tonto a lo tonto, también he escrito mi artículo.

Un saludo.

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