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Y un día que navegué, lo hice.

Buenas tardes

Érase una vez, en un lugar muy muy lejano de un barrio alejado del mundo donde todo ocurre por una razón, un niño otea el horizonte una y otra vez con unos ojos enormes llenos de vida.  A su alrededor, las viejas casas caen ladrillo a ladrillo cada día desde que él recuerda. Los vecinos se parapetan tras las bufandas, las viseras, las raídas cortinas de sus casas y miran con angustia creciente a un lado y otro de la adoquinada calle. Un gato maulla en alguna parte mientras un bebé reclama su alimento y un anciano da de comer a las palomas con pequeñas migas de pan viejo cada vez a la vez que el tendero de la esquina refunfuña por lo bajo al ver que le han vuelto a robar piezas de fruta.

Mientras, en la humilde central de policía, el único agente mira el reloj con preocupación pensando que esta vez está tardando demasiado.

Un rumor crece lentamente aunque nadie sabe lo que ocurre hasta que el niño que mira el horizonte llega corriendo, con la sonrisa de oreja a oreja iluminándole la cara y gritando “¡¡Ya viene!!¡¡Ya viene!!” provocando un alboroto tremento entre todos los vecinos. Órdenes y contraórdenes, ansiedad, excitación general. ¡Todo tiene que estar a punto!

Mientras esto ocurre, una mano masculina recoje algo de una balda y se tumba sobre la cama con un cojín bajo la cabeza.  Acomodándose, abre el libro de lectura por el bonito marcador de páginas y empieza a leer en voz alta tras comentar que Mr. Reed debería ser un poco más humilde porque él también fue barrendero mientras Mr. Kyte debería consentir en el matrimonio de su único hijo y heredero con la dulce Elisabeth, una chica que ha sobrevivido a  mil y un problemas que él desconoce aún…

En el pueblo en ruinas, los miembros de la comunidad se vuelven a mirar a los aludidos con gesto severo mientras el agente Kylen toca su silbato  para intentar imponer orden.

- ¡Damas y caballeros!, dice  con voz autoritaria, ¡Por favor! [Los vecinos le miran mandándose callar unos a otros] Gracias, Damas y Caballeros. Sabemos que hoy ha llegado un poco más tarde. Nos hemos preocupado un poco… pero Richard ya está aquí así vamos a prepararnos. [Los vecinos se felicitan] Todos listos en un minuto, señores, que tiene prisa… Mr. Roland, le ayudo…

El joven tumbado en la cama lee la primera línea y un rayo de Sol se filtra entre los negros nubarrones iluminando el feo barrio de piedras y enlosado mientras el joven va pronunciando en voz alta los nombres de los diversos personajes que toman parte en la historia.

Y colorín colorado…. No. Este cuento no se ha acabado.

Dime tú como sigue…

Un saludo. Guiño

 

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